De un tiempo a esta parte se han ido generalizando cada vez más un especial tipo de blog:
los fotologs. Un modo especial de contar la vida de una persona tomando como punto de referencia fotos de su vida cotidiana, o incluso fotos que, en cualquiera otra circunstancia, no tendrían ningún significado, en este gozan de uno muy claro: contar una determinada manera de sentir o vivir algo utilizando una expresión fotográfica.
Yo no tengo nada en contra de ellos, es más, incluso me parecen más valientes que blogs tradicionales como el mío, en el que pretendo enmascarar, hasta cierto punto lo reconozco, mi identidad, entre líneas y líneas de letras. Sin embargo, es cierto que la excesiva generalización de los fotologs acaba por pervertir la idea y convertirla en una especie de nuevo tipo de pornografía emocional.
Uno agregador de fotologs de cierto éxito que conozco, y que voy a omitir su nombre por haber personas relacionadas conmigo con espacio en él, es una demostración evidente de lo último. Gente cuenta y muestra su vida en ocasiones con un desparpajo tal que asusta señalando de una manera ciertamente sorprendente sus emociones y sus momentos más íntimos. Fotografías incluso con un alto grado de erotismo de menores de edad hacen que sea un lugar propicio más para voyeurs (habría algún día que meditar hasta que punto el voyeurismo es algo común entre todos los que visitamos diferentes blogs con frecuencia y hasta que punto eso tiene alguna connotación negativa) que para cualquier visitante casual. No es por hacerme el puritano, que no lo soy, pero hasta cierto punto, me siento cada vez más partidario de los blogs tradicionales. Cuestión de cobardía, supongo.
Escucho ahora: Pixies - gigantic